Estamos acostumbrados a ver multitud de anuncios sobre
dietas hipocalóricas, hiperproteicas, etc… que prometen una pérdida de peso
acelerada. La mayoría de personas que siguen este tipo de dietas al poco tiempo
vuelven a ganar el peso perdido y un poco más.
Entonces ¿qué está pasando? ¿Por qué no pierdo peso, si sigo
todas las dietas que veo? Además, si como poquísimo, ¿Por qué no adelgazo?
Para dar respuesta a estas preguntas tenemos que entender
qué es el metabolismo basal.
El metabolismo basal es el gasto energético diario necesario
para realizar las funciones fundamentales para vivir, excluyendo la actividad
física o trabajo. Este metabolismo cambia en
función de la edad, teniendo su máxima actividad a los 2 años de edad, estabilizándose
entre los 30 y 40 años, y disminuyendo a partir de los 40. Pero todo esto
variará en función de la dieta y la actividad física que realicemos.
Debemos saber que nuestro cuerpo está compuesto por masa grasa, masa magra y agua. Así, si tenemos
mucha grasa y poco músculo nuestro metabolismo será menor, ya que mantener los depósitos
grasos no tiene gasto energético. Sin embargo, si tenemos más músculo que grasa,
nuestro metabolismo será superior, ya que el mantenimiento de las células
musculares requiere grandes gastos energéticos.
Esto nos lleva a entender que lo importante no es lo que
marque la báscula, sino el porcentaje que tengamos de grasa, agua y músculo.
Nuestro cuerpo está diseñado para adaptarse a cualquier
circunstancia para asegurar la supervivencia. Es decir, si someto a mi cuerpo a
una dieta baja en calorías durante una semana o dos, éste entenderá que no
puede mantener un metabolismo basal alto, por lo que lo disminuirá para
asegurar la eficiencia energética. Así que con esta estrategia lo único que
conseguiremos es ganar peso.
Es importante estimar nuestro metabolismo basal para conocer
nuestras necesidades energéticas. Para esto hay varios métodos. El más fiable
es la calorimetría, basada en la cantidad de oxigeno y dióxido de carbono
intercambiado. Otro método más accesible es la bioimpedancia. Con ella podemos
hacer una aproximación de las necesidades energéticas diarias en función de la
actividad física realizada y con esto, podemos realizar un programa para
conseguir la pérdida de grasa y la ganancia de músculo.